martes, 7 de agosto de 2007

Petaquilla: ¿riquezas?, contaminación y oropel



Por Carlos Camarena Medina
Periodista

En 1995 visité por primera vez Coclesito -comunidad inmersa en la zona montañosa de Colón- cuando iniciaba la exploración del proyecto minero en Petaquilla, que llegó acompañado de la rehabilitación del camino hacia esta región, además de una empresa de reforestación y otras actividades cuyo impacto, cual oropel, se diluyó rápidamente, ante la caída del precio del oro.
Un año antes, como corresponsal de la agencia ACAN-EFE, había entrevistado a un directivo de la empresa que ejecutaba el proyecto, quien habló de "las bondades" de esta actividad, además de las instalaciones a construirse: hidroeléctrica, carretera hacia la costa del Caribe y terminal portuaria.

En 1999 entrevisté a monseñor Carlos María Ariz, entonces vicario de Colón-Kuna Yala, respecto a la creación de la cuenca occidental del Canal y la intención de construir lagos e hidroeléctricas en esa región, y la percepción de las poblaciones campesinas respecto a estas obras.

Ariz destacó la frustración de la gente respecto al proyecto minero por el maná prometido que nunca llegó; y alertaba sobre la repetición de la mala experiencia con los grandes proyectos y la incredulidad de la gente respecto a sus beneficios.
Con el repunte del oro en los mercados internacionales, Petaquilla se reactivó y reportes de prensa han testimoniado su impacto en la cubierta boscoso, precisamente en un área que forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano. Son imágenes dantescas que anuncian el impacto que -de no tomarse severas medidas de mitigación ambiental- tendría una vez se empiece a extraer el mineral, pues se trata de una mina a cielo abierto.

Junto a un grupo de periodistas, y a invitación de la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ANCON), llegué a la comunidad de Coclesito, en el corregimiento de San José del General; a fin de visitar el proyecto minero, donde no pudimos llegar porque en la empresa no habían coordinado para atender a los visitantes.

Al llegar a Coclesito abordamos a varios pobladores y registramos la opinión favorable al proyecto minero e incluso un funcionario del MIDA destacó que, si bien puede haber daños al medio ambiente, el proyecto llevará beneficio a la comunidad; e incluso señaló a representantes de la iglesia como responsables de las protestas en contra de la explotación aurífera.

A pocos metros, en la iglesia de la comunidad, un grupo de campesinos e indígenas hacía los preparativos para una vigilia, pintando telones con mensajes alusivos al rechazo del proyecto minero.

El grupo visitó las comunidades de San Juan de Turbe, Las Quebradas de Turbe y Molejón, luego de atravesar el río San Juan, en cuyo cauce turbio se percibe el impacto que está teniendo la deforestación aguas arriba.

Fue impactante el paso de grandes camiones cargando toneladas de material del río San Juan y me pregunté sobre el tamaño de la fosa que debe haber en el lugar donde extraen tantas piedras y si contaban con los permisos para sacarlas.

Los campesinos han denunciado que la minería ha incrementado la erosión y derrumbes en áreas quebradas; y que ya no pueden tomar agua del río, ante la gran cantidad de sedimento y, destacan, la presencia de cianuro, cal y otras sustancias que utilizan en esta actividad.

Una señora, madre de tres niños, residente en el área de Loma Blanca, narró el susto que pasó junto a sus hijos, ante una gran explosión ocasionada por la empresa minera para romper la roca de un cerro, ubicado a unos doscientos metros de su vivienda.

Al llegar a Molejón, a orillas del río Turbe hay una garita en la cual un señor informa que por orden de la empresa es prohibido pasar. Pasé el retén para ver el río Turbe, y me llamó la atención la turbiedad del agua (por el lodo), con la cual varias señoras enjuagaban la ropa que acababan de lavar.

Lo cierto es que si bien, camino a Coclesito se ve el impacto de la empresa minera en esta región, basta visitar las comunidades aledañas y, por ende, más vulnerables al proyecto, para palpar el descontento de quienes sienten que su nivel de vida no ha mejorado y perciben sobre ellos la amenaza que conlleva la deforestación, la contaminación, la escasez de agua, y la desaparición de la vida silvestre.

Al día siguiente, el presidente Martín Torrijos, estuvo en Coclesito, en un acto conmemorativo del fallecimiento de su padre, el general Omar Torrijos, y en el cual dio un discurso breve, y, tras ser abordado por los medios respecto a este proyecto, dijo que la explotación minera es una actividad que hay que aprovechar, advirtiendo que siempre y cuando las empresas respeten las normas ambientales.

Este es el meollo del asunto, porque todo mega proyecto impacta al medio ambiente y áreas cercanas; y ya en Coclesito se siente la transformación que ocasiona la actividad minera: por un lado se ha mejorado el camino de Llano Grande a esta comunidad, y la empresa hace donación e invierte en obras sociales, mientras que montaña arriba el medio ambiente recibe los primeros embates.

Por ello, es necesario vigilar esta actividad, sobre todo tratándose de una mina a cielo abierto; por lo que tocará a la Autoridad Nacional del Ambiente y organizaciones como ANCON velar para que la empresa cumpla rigurosamente con las normas ambientales; porque no basta con entregar tal o cual donación y destacarlo con bombos y platillos en espacios pagados.